Doña Chelita de Holman, la fortaleza hecha vida

Con casi un siglo de vida y cientos de luchas, unas ganadas y otras aprendidas, Graciela de Holman se abrió paso en el mundo empresarial. Fue difícil, pero su espíritu emprendedor y su amor por la gastronomía nunca se perdieron, y durante 50 años se dedicó a engrandecer las riquezas culinarias del país, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

Doña Chelita, como era llamada con cariño por quienes la conocían, luchó por mantener sus negocios a flote en medio de una época social y políticamente complicada, todo para seguir generando trabajo en el país y para que la comida salvadoreña sea apreciada.

La destacada empresaria estuvo al frente de varios restaurantes en El Salvador, Guatemala y Estados Unidos, entre los que destacan los prestigiosos 7 Mares, LeMar, Chela’s, que tuvo una lujosa sucursal en Miami, Florida.

Como la mujer inquebrantable y dinámica que era, doña Chelita buscó siempre los medios para enaltecer los sabores de El Salvador. Como voluntaria apasionada de Cámara de Comercio e Industria, enfocó sus fuerzas en ayudar a otros que, como ella, amaban la cocina nacional. Así, en 1994, fundó el Comité de Turismo de la gremial, y desde esa fecha, su casa siempre estuvo abierta para recibir a sus colegas y trabajar en iniciativas que impulsaran al turismo y a la gastronomía del país.

Desde ahí materializó sus esfuerzos fundando el emblemático Festival Gastronómico Internacional, el primer evento de su tipo que permitía a los asistentes conocer lo mejor de la comida salvadoreña, destacando también con reconocimientos a los establecimientos ganadores, cuyo prestigio crecía con el galardón. El aporte de doña Chelita a la gastronomía salvadoreña no se podrá medir nunca con números, porque van más allá de los registros. Su esfuerzo y su entrega serán recordados siempre con admiración por aquellos que tuvieron el honor de trabajar a su lado.

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Dueña de una valentía sin medida y de un profundo amor por el empresariado del país, superó momento duros en los años del conflicto armado, especialmente, las difíciles experiencias vividas por los atentados contra dos de sus hijos y los distintos ataques que sufrieron los negocios que, como bien decía, “los empecé con 1,000 colones”.

Siempre responsable, siempre presente, doña Chelita no dejó que la edad le cortara las alas y continuó al pendiente de sus proyectos personales, así como donando su tiempo a la Cámara hasta que le fue posible. Su liderazgo empresarial y su amor por el país fueron honrados con la Palma de Oro en 1997, el máximo galardón empresarial que se otorga en El Salvador por la Cámara de Comercio e Industria.

El presidente de la gremial, Jorge Hasbún, la describe como “una mujer líder, valiente, emprendedora, proactiva, constructora de soluciones, emblemática del turismo nacional”.

El vacío que deja es inmenso, y desde nuestra gremial solo podemos decir:

¡Gracias, doña Chelita!